Recorriendo el Cerro Ñielol

En medio de un entorno tan urbano y acelerado como el de Temuco, yace un pulmón verde y de gran importancia para las culturas ancestrales de la región: el Cerro Ñielol.
Muchos lo reconocerán por sus altos tótem de madera, llamados chemamull en mapudungun, que representan figuras humanas y eran utilizadas tradicionalmente en rituales funerarios. En este caso, son una pareja de jóvenes y otra de abuelos que fueron colocadas en una zona denominada Patagua, donde en 1881 se firmó la paz entre los colonos y el pueblo mapuche, y representan a los guardianes de la cosmovisión ancestral. Llegar hasta allí es una de las metas de la larga caminata que inicia en la calle Arturo Prat, a pocas cuadras de la Plaza de Armas, en la que se cruzan bosques, lagunas, senderos y caminos asfaltados, mientras los cantos de las aves y el frescor de la brisa amenizan el ejercicio.
Otro de los destinos en la cumbre, es un mirador que ofrece una amplia vista de la ciudad y de sus principales atractivos históricos, fácilmente apreciados con la ayuda de binóculos. Cerca de allí hay un restaurante y se puede continuar la caminata casi indefinidamente, gracias a las conexiones entre los diferentes pasajes.
Existen otras maneras de llegar a la cima del Cerro Ñielol, como en bicicleta o automóvil, aunque nada tan gratificante como adentrarse en sus misterios a paso lento, mientras nos encontramos cara a cara con alguno de sus habitantes: el zorro chilla, el aguilucho de cola rojiza, la culebra cola corta o el sapito cuatro ojos. Además, para los amantes de la flora y los árboles centenarios, es una gran oportunidad de sentir la imponencia de importantes especies nativas como el huillipatagua, lleuque, lingue, peumo o boldo.
Declarado Monumento Natural, este espacio también cuenta con áreas de picnic y un centro ambiental que explica a fondo la importancia del cerro para el equilibrio ambiental de la zona. El ingreso tiene costo y puede ver los detalles en la página del CONAF.
ñ
